septiembre 27, 2010

Fascinación cansada y contemplativa al embarrarme los pies, llenarme de tierra debajo de las uñas y mirarme las manos sucias e hinchadas por las inclemencias del tiempo y los elementos.

Sentir que soy un esclavo de la naturaleza y sus caprichos; que mi bienestar depende de ella. Que si una noche hiela y a la mañana siguiente no tengo agua porque se congelaron los caños, voy a tener que rebuscármelas para tener agua corriente.

Sorprenderme cada día con las cositas nuevas y distintas que me regala; nuevos sonidos, nuevos silencios, particularidades tonales en los colores del cielo y las nubes, plácidos dibujos en la superficie de los espejos de agua.

Que mi mirada no tenga límites de consecuencias humanas, llenas de cementos y edificaciones grotescas y asfixiantes; sentir la desesperante sensación de querer a todo momento tener ojos con teleobjetivo infinito, para poder captar hasta el más mínimo detalle de lo que mis ojos alcanzan a ver.

Sentirme acorralado por alguna limitante climática; tener que recurrir a los más recónditos recovecos de mi inteligencia e imaginación y exigirlas al máximo para superar los obstáculos impuestos por ella, mi amada naturaleza.

Sentirme desafiado y halagado diariamente con cada cambio y sorpresa que ella me ponga adelante.

En fin, volver a mis orígenes, no como habitante de este tiempo y espacio, sino a mis orígenes más primitivos, allá donde nacía y moría con cada día que transcurría….en silencio y en armonía con la biosfera. En paz.

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